Entrenar en la oscuridad puede llevar a que la fatiga acumulada interfiera con el rendimiento, afectando la calidad del ejercicio y potencialmente aumentando el riesgo de lesiones.
Es fundamental encontrar un equilibrio entre la conveniencia y el bienestar, priorizando la consistencia en la rutina de entrenamiento sin comprometer la recuperación necesaria para un óptimo rendimiento y salud a largo plazo.
Mañana: El ejercicio matutino estimula el metabolismo, mejora la concentración y establece un ritmo positivo, contribuyendo así a una jornada más productiva. Las endorfinas por la mañana te ayudan a tener un día más positivo, ya que esta es la hormona de la alegría.
Siesta: este horario permite aprovechar una ventana de tiempo donde el cuerpo experimenta una temperatura interna ligeramente más alta. Esto facilita el rendimiento físico y reduce el riesgo de lesiones, además de ser un buen momento para liberar tensiones acumuladas durante la mañana. Además, después de la sesión de entrenamiento, puedes tomarte un superalmuerzo.
Luego de la jornada laboral: este horario, a pesar de que no es el mejor -ya que se acumula todo el cansancio del día- es mejor mover el cuerpo y dejar atrás el sedentarismo, que volver a casa sin hacer nada.
Aunque la mañana y la siesta pueden ser momentos en el que la fuerza y resistencia están en su punto máximo, es crucial adaptar la rutina a la preferencia personal y la capacidad de mantener la constancia, ya que la consistencia es clave en cualquier programa de ejercicio.
